
Beneficiario de Trasplante
El 13 de octubre de 2016, temprano en la mañana, me desperté con un dolor agudo en el pecho. Como no podía volver a dormir, fui a la tienda más cercana para comprar algún medicamento que me ayudara a sentirme mejor. Recientemente me habían diagnosticado enfermedad por reflujo gastroesofágico, así que supuse que el dolor era solo un fuerte caso de acidez estomacal.
A lo largo del día, los síntomas empeoraron, pero hice lo posible por seguir con mi rutina diaria. Ese día era importante: tenía una entrevista de trabajo y no quería retrasarme yendo al médico. Al final del día el dolor persistía, y fue entonces cuando mi novia me insistió en que fuera a la sala de emergencias.
Mientras esperaba, el dolor se volvió insoportable. Llamé a la enfermera y me llevaron de inmediato para hacerme un electrocardiograma. El cardiólogo llegó rápidamente a revisar los resultados y confirmó que estaba teniendo un ataque al corazón.
¿Cómo era posible? Tenía solo 20 años, era atlético y estaba saludable. La noticia me dejó en shock. Después de más pruebas, me diagnosticaron miocardiopatía, pero el pronóstico era positivo: solo requeriría un periodo de recuperación de tres meses.
Lamentablemente, mi recuperación no fue como se esperaba, y alrededor de la Navidad me hospitalizaron en el Hospital Ochsner para colocarme un dispositivo de asistencia cardíaca y hacerme una evaluación para trasplante. Durante mi estancia, mi condición empeoró y el 9 de enero de 2017 me realizaron una cirugía de emergencia con un balón cardíaco.
Al día siguiente, me hicieron una cirugía para colocarme un dispositivo de asistencia ventricular izquierda (LVAD). Mis padres y los médicos esperaban que esto me diera más tiempo mientras me colocaban en la lista de espera para trasplante y esperábamos un donante compatible. El 12 de enero, los cirujanos se acercaron a mi familia con una noticia increíble: había un corazón disponible y venía en camino.
Salvaron mi vida en cuestión de días, y cuando desperté el 15 de enero, nunca olvidaré la emoción abrumadora que sentí cuando mi papá me dijo que había recibido un corazón. Estaba profundamente agradecido de estar vivo. Aún adormilado por la cirugía, lo único que podía comprender era que alguien, en algún lugar, me había salvado la vida. Fue un milagro.
Durante mi primer semestre en la Universidad de Luisiana, nunca imaginé que a los 20 años necesitaría un corazón y que un ángel llegaría para salvarme. Al mirar hacia atrás estos últimos seis meses, me siento honrado de saber quién fue mi donante, y de tener una relación muy especial con su padre, una relación que atesoro y que siempre guardaré en mi corazón… ¡TE AMO, ABIGAIL CONNER!
- Loumonth Jack, Jr. (Beneficiario de Trasplante)