Simone Ambrose-Whitehead

Beneficiario de Trasplante 

En 2015, me diagnosticaron una enfermedad pulmonar intersticial, una afección autoinmune que destruyó mis pulmones poco a poco. Los médicos me dieron cinco años de vida. La noticia parecía surrealista: la vida como la conocía empezó a desvanecerse. 


Respirar se volvió más difícil cada día, hasta que dependí de oxígeno las 24 horas y de un scooter. Las tareas simples se volvieron abrumadoras, pero mi deseo de vivir se hizo aún más fuerte.


Lo que me mantuvo en pie fueron mis hijos, que entonces tenían solo 12 y 16 años. Quería estar presente para sus momentos importantes: sus graduaciones, sus bodas, los momentos cotidianos. Ese deseo me dio un propósito, incluso cuando mi cuerpo empezaba a fallar.


El 10 de agosto de 2020, casi cinco años después de mi diagnóstico, recibí un trasplante doble de pulmón. Ese día marcó un nuevo comienzo, nacido del sufrimiento, la fe y una fortaleza que no sabía que tenía.


La vida después del trasplante no está libre de desafíos. Sigo un régimen médico estricto y llevo conmigo el peso emocional de saber que esta segunda oportunidad vino de una pérdida inimaginable para otra familia. 


Pienso en mi donante y en su familia todos los días. Oro por ellos. Espero poder conocerlos algún día, simplemente para darles las gracias: no solo por los pulmones, sino por el amor y el valor que hay detrás de ese regalo.


La donación de órganos es una decisión profundamente personal, pero espero que mi historia ayude a otros a ver su impacto. Soy prueba viviente de que un acto desinteresado puede cambiarlo todo. Me dio más mañanas, más recuerdos, más vida.


Si alguna vez ha considerado convertirse en donante, lo animo a decir que sí. Usted podría ser el milagro de alguien.


- Simone Ambrose-Whitehead (Beneficiario de Trasplante)